domingo, 27 de junio de 2010

Cuando no estés

Cuando no estés, si es que no estás un día,
Mi voz, sin voz, te llamará sin pausa.
Cuando no esté. Si es que no estoy un día,
Oirás mi voz en un rumor que pasa.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Ya no haré mi demanda
De amarte toda la vida.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Simplemente disfruta de los recuerdos
De mi compañía.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Clamaré por tu gracia en toda gracia.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Moverá mi perfil la luna fría
En las cortinas de tu ventana.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Mis ojos gritaran
Sin saber siquiera que mis manos hablan.
Cuando no estés, si es que no estás un día
Sólo oiré en las palabras tu palabra.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Verás mi sombra entre la sombra fría
Junto a la cabecera de tu cama.
Cuando no esté, si es que no estoy un día
Buscaras refugio en mi sepultura
Para encontrar la calma.
Cuando no estés, si es que no estás un día
En cada verso mío habrá una lágrima.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Me sentirás bajo la tarde fría
Llegando a ti en el sonar de las campanas.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Quiero decirte que eres la mitad que a mi corazón le falta.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Verás la luz que ilumina mi alma
Diciéndote que eres el Ángel más bello
Que ha pisado esta tierra.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Te buscaré en la tierra, el aire, el agua.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Oirás mis pasos entre una sombra fría
Siguiéndote los pasos por la casa.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Intentaré seguir enseñándote
Que quizás exista el amor eterno.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Volverás a leer esos viejos poemas
Sabiendo que fueron escritos para ti.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Enterraré la llave del amor
Esa que solo a ti te pertenece.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Se te cerrara el corazón
Y mi amor no podrá jamás escapar.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
No entenderé como se ha marchado
El amor de mi vida.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
Entenderás que la muerte es precisa
Para seguirte amando mas allá
De la eternidad.
Cuando no estés, si es que no estás un día,
Te invocará en el sueño mi esperanza.
Cuando no esté, si es que no estoy un día,
En tu sueño entraré en la noche fría
Cuando el sueño te cubra con sus aguas.


Si muero antes que tu

Si muero antes que tu, hazme un Favor...
Llora Cuanto Quieras Pero No Te Enojes Con Dios Por Haberme Llevado
Si No Quieres Llorar No Llores, Si No Logras Llorar No Te Preocupes
Si Quieres Reír, Ríe
Si Algunos Amigos Te Cuentan Algo De Mi, Óyelos Y Cree Lo Que Te Digan
Si Me Elogian Demasiado Corrige La Exageración
Si Me Critican Demasiado Defiéndeme
Si Quieren Hacerme Un Santo Solo Por Que Me Morí
Di Que Yo Tenía Algo De Santo, Pero Que Estaba Lejos De Ser El Santo Que Dicen
Si Quieren Hacerme Un Terrible Perverso
Muestra Que Tal Vez Yo Tuve Algo De Malo Pero Que Toda La Vida Procure Ser Bueno Y Sobre Todo Que Toda La Vida Trate De Ser Mejor
Si Sientes Tristeza Y Deseas Rezar Por Mi, Puedes Hacerlo
Pues Tal Vez Necesite De Tu Oración
Si Quieres Hablar Conmigo Habla Con Dios Y Yo Te Escuchare
Espero Estar Con El Lo Suficiente Para Continuar Siendo Util Para Ti
Donde Quiera Que Me Encuentre
Y Si Quieres Escribir Algo De Mí
Ojala Lograras Decir Solo Una Frase
Fue Mi Todo, Creyó En Mí Y Me Adoro
Ahí Entonces Derrama Una Lágrima
Yo No Estaré Presente Para Enjugarla Pero No Hace Falta
Pues Tal Vez Alguien Lo Hará En Mi Lugar
Y Viéndome Bien Sustituido
Iré A Atender Mi Nueva Tarea En El Cielo
Pero De Vez En Cuando, Da Una Escapadita Hacia Dios
Seguramente No Me Veras Pero Yo Estaré Muy Feliz Viéndote A Ti
Mirando Hacia El
Crees En Estas Cosas,
Entonces Reza Para Que Los Dos Vivamos Como Quien Sabe Que Va A Morir Un Dia
Y Que Podamos Morir Como Quien Supo Vivir Bien
Si Muero Antes Que Tu Creo Que Nada Voy A Extrañar
Porque Sabes Algo
Tenerte A Ti Ya Era Como Tener Un Pedacito De Cielo.



lunes, 7 de junio de 2010

Chau número tres...

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.


Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro.


Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.


Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.


Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.


Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.


Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.


Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.


Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.


Mario Benedetti.




domingo, 6 de junio de 2010

La Navidad... sin mami

Mi mami también se fue una noche de lobos, y con ella se apagaron todas las navidades. Cuando empiezan los arreboles pascueros me viene una depresión melancólica que me hace odiar este carnaval de luces chillonas. Era ella mi Navidad, era su vocecita de niña pidiéndome que le trajera desde Guadalajara un nacimiento artesanal con ojos de vidrio de los que hacen allá.


Sudado, corriendo, a tropezones en la jauría neurótica del centro que hierve en su piñata navideña. Nada más, porque llama el editor acezando, exigiendo, urgiendo que se debe entregar antes esta crónica por las fiestas, por la pascua, Pedro, todos queremos irnos antes a la casa. Tú me entiendes. Y qué mierda me importa la pascua a mí, pienso, esquivando a la gente que pasa por mi lado con regalos y pinos y juguetes y una risita de bienaventuranza en sus rostros de fiesta. Qué manera de gastar estos chilenos neoliberales, puteo, saludando a la rápida a mis lectores que me reconocen con cariño en el vibrante paseo peatonal. Y, en realidad, parezco al viejo gruñón Scrooge del cuento “Canción de Navidad”, pero sin mamá no existe esta fiesta para mí, porque era ella la que se volvía loca cuando la ciudad en diciembre tornasoleaba sus brillos dorados al campanilleo de trineos y pascueros transpirando la gota gorda bajo el rojo traje polar.
Era ella la que cada año volvía a ser niña armando el arbolito, inventando coronas plateadas para decorar la humilde rancha. Y era su alegría la que involucraba a la familia pensando en la cena de medianoche con el típico pollo con ensalada de apio del medio pelo nacional. Era ella sin duda la que me hacía creer en el Viejo Pascuero hasta los doce o trece años. Y yo fingía ese dulce engaño, sabiendo que en el ropero se escondían los juguetes.
Y también fue ella la que de un guaracazo me cortó la ilusión una víspera de Nochebuena cuando la acompañé a Franklin a comprar los ingredientes del cola de mono. Y mientras ella pagaba la canela, la vainilla y el clavo de olor, me preguntó casi a la rápida: ¿Qué quieres de regalo este año? Yo entendí sin inmutarme, y sin esperar respuesta, ella me llevó volando a una librería y juguetería mostrándome un bello payaso en bicicleta que funcionaba a cuerda. Mira qué lindo, me dijo con sus ojos brillantes. ¿Quieres que te lo compre? Era ella a la que le gustaba el juguete, lo vi en su carita iluminada por la magia del muñeco. No quiero juguetes, le dije con gravedad, prefiero ese libro, y apunté un gran libro de láminas sobre el cine hollywoodense. Y ahí comenzó mi carrera literaria, ese fue mi primer libro que marcó el fin de mi ingenua niñez. Esa noche se murió Santa Claus, y supe que la vida me esperaba con su circo triste.
Mi mami también se fue una noche de lobos, y con ella se apagaron todas las navidades. Cuando empiezan los arreboles pascueros me viene una depresión melancólica que me hace odiar este carnaval de luces chillonas. Era ella mi Navidad, era su vocecita de niña pidiéndome que le trajera desde Guadalajara un nacimiento artesanal con ojos de vidrio de los que hacen allá. Y recorrí los mercados y ferias de la ciudad mexicana buscándole el pesebre de regalo. Mira, mami, el burro tiene pestañas, le mostré al regresar del viaje. Y ella reía mirando al animal de ojos rizados.
Con ella se apagó la última bujía de mi arbolito pobre, y aunque mis amigos, la Carmen, Jaime, la Lula o el Parrita me dicen: Pero cómo, Peter, vas a pasar esa noche solo, les contesto que no importa, que es una noche más, y que antes de las once tomaré la pastilla para dormir y cerraré los ojos, como cuando era niño, esperando escuchar que un Santa Claus rosa abra la ventana. Y antes de caer en el abismo del sueño puedo oír las risas de mis vecinos brindando hermanados por la llegada del Mesías. Un segundo antes de cerrar mis pestañas de burro, aún puedo sentir de lejos la coral angélica proclamando que son las doce y que en el cielo brilla un peregrino resplandor.

Pedro Lemebel

Carta para Verónica

Por si no estoy cuando ya sepas leer con los ojos y con el corazón al mismo tiempo. Cuando te miro, Verónica, tan chiquita, tan redonda, con tu pelito de seda, haciendo morisquetas frente al espejo, soy feliz... y tengo miedo. Porque el miedo es un raro ingrediente de la felicidad, sobre todo de esta felicidad mía tan pulida, tan dulce, tan nueva. Ahora no lo entiendes, claro, tienes nada mas que un año, un añito que pregonas con tu índice en alto y una sonrisa de solo seis dientitos de conejo. Ahora tu mundo se reduce a los pajaritos de cartulina que papa colgó del techo de tu cuarto y el aire mueve constantemente para tu asombro y tu alegría. y a la muñeca que buscando tu amistad solo encontró que te diviertas tirándola al suelo desde tu cuna. Y al muñeco de celuloide pintado de rosa que tiene campanas en la barriga y suena a gloria cuando lo mueves. Ah . . . tu mundo . . . tu mundo de sopa, de puré, de torpes balbuceos, de rodillas sucias de gatear por el piso, de chupetes, de pañales, de agua tomada con bombilla y verdaderas proezas para sacarle las perillas al televisor. Es un mundo chiquito, vigilado, seguro, con olor a colonia para bebes. Un mundo que cabe en la palma de tu mano gorda. Yo estoy en ese mundo, soy una enamorada de ese mundo. Sí, Verónica, ahora mamá esta. Lloras de noche y corre a tu cuarto, te acaricia la cabeza, te dice que vuelvas a dormite. Mama ya te conoce bien, sabe todo lo que te gusta y lo que no te gusta, y cuando pone sus ojos sobre ti, te estudia, te analiza, trata de comprenderte, de aprender cual es el camino que llega a tu corazón, para transitar siempre por el. Y ese es mi miedo. Hoy estoy aquí, tan cerca de ti, pensando la manera de hacerte feliz, segura de que a mi lado encontraras la dicha. Pero . . . si me muero antes de que seas grande? Y si me muero antes de poder responder a todas tus preguntas, antes de poder aclarar tus dudas, antes de poder secar las lágrimas de tus primeras desilusiones, esas que duelen tanto? No, no tengo que morirme, no quiero. Pero si me muero, quiero dejarte entre muchas cosas ( mi vida, mis sueños, mi inmenso amor por ti) una carta para que la leas con los ojos y con el corazón al mismo tiempo. Y sientas que estoy a tu lado, que estirando la mano puedes tocarme en el aire y afinando el oído puedes escuchar mi voz y mi risa (porque por sobre todas las cosas quiero que te acuerdes de mi risa . . . )

Verónica, gorrión, esta es la carta:

"A tu alrededor hay un mundo con todo lo que conoces, con todo lo que amas. Mas allá, un mundo grande, bello y peligroso, donde te espera todo lo que te hará mujer: el amor, el hombre, la decepción, la angustia, el llanto, la felicidad. Para entrar a ese mundo no uses cabalas, no cierres los ojos, pero tampoco los abras con la intención de ver todo lo malo, lo negativo, lo gris. No cierres tu corazón con siete llaves . . . pero tampoco lo dejes sin ninguna cerradura. No te guardes todo, pero no lo des todo. No pienses que los caminos son fáciles y te lances a andar con los pies desnudos, las manos abiertas y los ojos lavados con el agua de los arroyos limpios. Tienes que llevar algo para el viaje, para cualquier viaje que emprendas; un equipaje sencillo y necesario que te ayude y te proteja: la pequeña armadura de tu voluntad para recuperarte de las caídas, así ninguno de los golpes que recibas llegara a romper tu fe; la ternura, porque con la ternura se curan los pajaritos enfermos, se hace reír a los niños y se llena de alegría el corazón de los que queremos. Y lleva amor, mucho amor, para los que te amen y para los que te odien. Porque alguien te va a odiar, no sé quien y no sé por que . . . alguien te va a odiar sin motivos para odiarte, y el que odia, Verónica, no es malo . . . solamente esta enfermo. Recuerda que en tu mundo viejo y en tu camino nuevo tienes un amigo. Es un hombre que te conoce desde que naciste. Es un hombre que te quiere mas que a sí mismo y, aun no comprendiéndote, aun equivocado, siempre va a buscar lo mejor para ti, te va a proteger, te va a ayudar. Un hombre que hará por ti lo que sea necesario hacer y más! Un hombre que busca tu luz para iluminarse y busca tu risa para sentir que la vida no se ha vivido en vano. Un hombre que cuando eras chiquita te compro unos pajaritos de cartulina blanca y negra y los colgó del techo de tu cuarto con hilo de coser. Papa. Tu papa, Verónica. Puede ser que lo encuentres muy severo o demasiado intransigente . . . pero si tienes algún problema acércate a el y díselo. No hallaras mejor amigo que quien ha pasado noches en vela cuando estabas enferma y rezo por ti cuando ya había olvidado las palabras de las plegarias, y lloro de emoción la primera vez que lo llamaste "papá". Y, al fin, no quiero engañarte, decirte que te dejo en un mundo de rosas, ruiseñores y todas cosas bellas. . . Pero tu puedes hacer que tu corazón las invente y cuando lo lastime una espina, sepa que detrás de la espina esta el maravilloso milagro de una flor.

"Tu mamá"

Poldy Bird